Entrevista con… Ian Clark

Hace tiempo, durante el movimiento Occupy Wall Street, ví una fotografía en internet de una chica con una pancarta que decía «You know things are messed up when librarians start marching» (Sabes que todo está hecho un desastre cuando los bibliotecarios empiezan a manifestarse)
Esta semana pasa por El Mundo Web Social un bibliotecario radical, Ian Clark (@ijclark), al que conocí a través de Twitter hace unos años con el movimiento Voices for the Library, del cual fue co-fundador. Actualmente ejerce en la biblioteca de la facultad de Psicología de la Universidad de East London, trabajo que compagina con otras ocupaciones como editor de la revista británica Journal of Radical Librarianship (en acceso abierto), administrador de Informed y colaborador de otras publicaciones como The Guardian, e Information Today Europe.

Comentada brevemente parte de su trayectoria profesional, lo mejor es que leáis la extensa, profunda e interesante conversación que he tenido con él, porque creo que es la mejor forma de comprender su concepto del trabajo en una biblioteca y del uso de las tecnologías, que he de decir, es una forma de pensar bastante en sintonía con la mía.


Ian, tú trabajas en una biblioteca universitaria. ¿Qué piensas sobre vuestra formación y adaptación hasta el momento a las redes sociales en este ámbito?

Ian Clark: Bueno, yo creo que los medios de comunicación social han recorrido un largo camino en nuestras bibliotecas en los últimos años. Teniendo en cuenta que ha habido cierta resistencia a utilizar estos medios, yo diría que hemos avanzado bastante en los dos últimos años. Las herramientas de comunicación online ya no son vistas como una opción que podamos ignorar, porque se han convertido en esenciales dentro de nuestro «arsenal» de comunicaciones.

No obstante, claro que todavía hay bibliotecas que, aunque ven su utilidad a nivel de organización, todavía no ven el valor de las redes sociales como herramienta profesional que debieran utilizar. Esto se debe en parte a algunas dificultades para fomentar el discurso profesional, y permitir a la profesión el progreso de una forma que tal vez antes no era posible cuando los bibliotecarios estaban más alejados (también respecto a la distancia entre ellos). Creo que es importante hablar sobre su importancia y demostrar el valor de la participación en las redes sociales, aunque al final tenemos que aceptar que algunos no van a ser «convertidos».

Echando un vistazo a tu presentación «Designing a better library experience», hablas de algunos conceptos fundamentales a desarrollar, incluyendo el compromiso como la base de una fuerte comunicación abierta. ¿Cómo explicar a los directores de las bibliotecas que hay que invertir en la comunicación online?

I. C.: Creo que es de vital importancia en el clima actual que bibliotecas, instituciones y usuarios se unan. Creo firmemente en las estructuras organizacionales planas, y pienso que los usuarios deben participar en la gestión global de la biblioteca tanto como sea posible. Desde luego que tardaremos un tiempo en llegar a eso, pero la comunicación es un elemento clave para sentar las bases para llegar a ese nivel de integración. 

Estoy convencido de que la estrecha cooperación entre los usuarios y la biblioteca dará lugar a un mejor servicio que satisfaga sus necesidades y fortalecer el vínculo entre ambos. Esta fortaleza  tiene una serie de efectos positivos, sobre todo una percepción buena de la biblioteca por parte de quien la utiliza. A través de un diálogo abierto y eficaz, podemos asegurar una poderosa relación que beneficia a la biblioteca, y a la institución en general.
Eso sí, para eso esta debe ser una conversación en relación de igualdad, sin jerarquías, y asegurarnos de que aprendemos tanto como lo que se supone que deben «aprender» gracias a nosotros. Esto último es especialmente importante, dado que las redes sociales nos proporcionan un foro público que, si se emplea bien, puede proporcionarnos mayor colaboración y cooperación.

En definitiva, tanto si queremos un modelo de biblioteca competitivo, mercantilizado, o colaborativo, las redes sociales tienen un papel fundamental porque nos acercan al usuario, con los consiguientes beneficios mutuos que ello supone.

En tus artículos hablas a menudo de una progresiva mercantilización de los servicios de las bibliotecas. ¿Crees que las bibliotecas en las redes sociales se dirigen al ciudadano como un consumidor o cliente, o como un ciudadano con derechos?

I. C.: Soy muy crítico con el uso de términos neoliberales que actúan como facilitadores de una dañina y regresiva ideología. Es por eso que trato de evitar ciertos términos, porque creo que son inadecuados para la gente que trabajamos en bibliotecas. Por ejemplo, «consumidor» inmediatamente crea una barrera entre nosotros y el usuario, que luego tiene que ser superado por lo general, utilizando estrategias de marketing. En mi opinión, que es la de alguien que ha trabajado en el sector del ‘retail’ años atrás, el cliente interactúa con el servicio a un nivel muy limitado. Un minorista vende un producto acabado que el usuario compra y utiliza.

En una biblioteca académica la relación es más de sociedad o equipo, en la medida en que trabajamos con los alumnos en la co-creación de conocimiento, asegurándonos que reciben la mejor información posible, y en definitiva colaboramos para conseguir ciudadanos informados y educados. El buen conocimiento o educación no se puede comprar, porque depende tanto del usuario como del proveedor del servicio. Es otro tipo de relación diferente a la de vendedor/comprador.

Esto también es válido para las bibliotecas públicas. Estas no están ahí para vender, sino para ayudar a garantizar la alfabetización del ciudadano, tratar de lograr que sea capaz de desempeñar plenamente su papel en la democracia. Esto se hace, por ejemplo, asegurando que todos los niños sean iguales en cuanto a acceso a los recursos informativos, o luchando contra la brecha digital proporcionando acceso a Internet para que todas las personas puedan tener a su alcance los servicios sociales, e intercambiar información online. Las bibliotecas públicas no van de producir y facilitar un mayor consumo sino de garantizar, en la medida de sus posibilidades, que cualquier ciudadano pueda participar en igualdad de condiciones en la sociedad.


«Muchas se comunican con los usuarios como si fueran clientes, consecuencia de un discurso para fomentar la creencia de que los beneficios económicos y el consumo deben ser prioritarias»


Concluyendo, sin embargo yo diría que en la actualidad muchas de estas instituciones están orientadas a comunicarse con los usuarios como «clientes». Y esto es consecuencia de un cambio en el discurso para fomentar la creencia de que los beneficios económicos y el consumo deben ser las principales preocupaciones, mientras que la participación en democracia y el tratar a las personas como ciudadanos deben ser preocupaciones secundarias (cuando no lo deben ser en absoluto). Esto es debido, en mi opinión, a una ideología neoliberal ya arraigada que ha corrompido nuestros servicios públicos, y que priorizan el afán de lucro por encima del bien público.

Formas parte de «Radical Librarians» en Inglaterra (también de la campaña «Voices for the Library») surgidos a raíz de la difícil situación de las bibliotecas públicas por las políticas de recortes del Gobierno de Cameron. Este movimiento tiene una buena presencia en redes sociales. ¿Cómo crees que están ayudando a abordar la situación a partir de los eventos y la web social?

I. C.: Bueno, Radical Librarians no fue sólo una respuesta a la denominada agenda de «austeridad» en Reino Unido. También es una reacción contra el aumento de la comercialización de las bibliotecas en general, y la corrupción gradual de la profesión, como el abandono de la ética con la esperanza de permanecer «relevantes». Damos un enfoque renovado sobre las raíces de la profesión. Hemos ido creciendo poco a poco, y creo que hemos visto ya ciertos cambios en la retórica de los profesionales desde la aparición del colectivo, aunque soy realista sobre en qué medida lo hemos logrado. Y tampoco ha estado exento de dificultades.

Inicialmente hubo muchas voces despectivas que fueron desalentadoras y desafiantes para algunos de nosotros que deseábamos abrir espacios para conversaciones que hasta entonces estaban cerrados. También está además el peligro del burn-out, de tener expectativas poco realistas de lo que podemos lograr. Yo creo que es fundamental ser idealista de pensamiento y obra, pero realista en las expectativas. Con demasiada frecuencia el idealista puede ser demasiado optimista sobre lo que se espera lograr y, al hacerlo, corre el riesgo de agotarse y desanimarse si sus expectativas no se cumplen.

Creo que es importante entender que la construcción de una alternativa duradera requiere tiempo. Lo que es vital es la construcción de la infraestructura, ya sea a través de reuniones (no me gusta el término «desconferencias», pero supongo que es el término coloquial), revistas, blogs y redes sociales. La construcción de marcos radicales es crucial para lograr lo que queremos lograr, y nuestras mentes deben centrarse en eso en lugar de resultados.

«Están sirviendo para consolidar las ideas, aumentar la difusión y una comprensión más clara de lo que significa ser radical en nuestra profesión»


En concreto en Radical Librarians, serían la revista, las redes sociales y las reuniones los medios para consolidar las ideas, para aumentar las posibilidades de difusión y una comprensión más clara de lo que es ser radical respecto a los profesionales de la información. Antes de RL había poco espacio para esto en público. Creo que, por su naturaleza, la aparición de estas bases ya es importante de por sí, porque a largo plazo ayuda a tratar las preocupaciones y siembra las semillas del cambio radical. Es un camino largo, pero con un continuo enfoque en estas bases es nuestra mayor esperanza para desafiar el status quo.

Comparto contigo esta reflexión. Los bibliotecarios, tanto en la biblioteca como en las redes sociales, trabajamos para mejorar el acceso a la información por parte de los ciudadanos. La gente puede tener más conocimientos pero… ¿cómo se llega a dar cuenta de su libertad para cambiar las cosas?

I. C.: Creo que es vital que nosotros, como bibliotecarios, facilitemos el acceso a la información sobre las alternativas. En el clima actual, político y profesional, estamos acosados por el mito de TINA (‘There Is No Alternative’). A nivel político esto se manifiesta en la creencia de que la «austeridad» es el único camino lógico para asegurar el bienestar social y económico. A nivel profesional, se traduce en la adopción del lenguaje y las estrategias de mercado. Y cualquiera que busque alternativas abraza riesgos, tales como ser tachado de anticuado, o de no reconocer la realidad moderna.

Yo veo como fundamental facilitar una conciencia elevada de nuestra libertad para cambiar las cosas. Y no sólo en términos de ciudadanía, sino también profesionalmente. El mito de que los bibliotecarios somos neutrales es un problema que afecta a nuestra profesión, y tiene que ser superado. Somos una profesión política, que toma decisiones políticas con todos los documentos que compramos, y cada colección que mantenemos, porque nuestras decisiones se filtran a través de nuestras propias creencias y prejuicios. Es un imperativo para proporcionar la información necesaria, para que los usuarios hagan sus propios juicios. No tenemos que aconsejar a los usuarios, pero sí asegurarnos de que las fuentes de información que les facilitemos son válidos y tienen una base empírica sólida, y tener cuidado con el peligro de aplicar la misma importancia a todas. También debemos tomar conciencia de los riesgos inherentes a los recursos que utilizan, pero ser conscientes de que vayan en una dirección intelectual. Al facilitar el acceso y garantizar esa dirección, empoderamos a los usuarios y alentamos a una mayor libertad intelectual, y por lo tanto, permitimos una mayor conciencia de su libertad para generar el cambio.


Debemos abrazar la naturaleza política de nuestra profesión. Darnos cuenta de que nuestra misión principal es ofrecer igualdad de acceso a la información para todos. Eso, en términos de nuestro sistema democrático, significa facilitar el acceso a la información del gobierno, que es como guiar a la gente a pedir cuentas a los gobernantes. Esto significa darle a las personas las herramientas por ejemplo para protegerse de la vigilancia del estado y violaciones de su privacidad (ver página del proyecto Library Freedom Project).
La enseñanza de estas habilidades puede llegar a socavar la estructura actual si la gente toma conciencia de los métodos por los que se puede proteger del sistema, la apropiación capitalista de sus datos y de una peligrosa agenda neoliberal. Proporcionar tales habilidades puede ayudar a los ciudadanos no sólo a entender cómo pueden iniciar el cambio, sino también ser dueños de su propia libertad. Conseguir ciudadanos conscientes de su libertad para participar y transformar el mundo deberían ser absolutamente prioritarios para nuestra profesión, ya que sin el conocimiento de esas libertades no podremos nunca llegar a ser verdaderamente libres.